Cuando la Política y la Universidad se convierten en negocio

En una ciudad que mira al cielo, inquieta por el efecto de la meteorología sobre la inminente Feria, resuenan aún los pasos del Presidente del Gobierno, protagonista el pasado fin de semana, de la Convención Nacional de su partido. Sonido ahogado por el eco de fondo del escándalo suscitado por los indicios de falsedad en un título de Máster, expedido por una universidad "pública", que jalona el currículum de la señora Cifuentes.
En Líber, no sentimos el menor estupor ante la posibilidad de un fraude por parte de responsables políticos o autoridades académicas. Hace mucho que perdimos la fe, si es que alguna vez la tuvimos, en unos partidos devorados por la ambición personal de sus líderes y unas instituciones universitarias convertidas en meras expendedurías de títulos.
Frente a la política negocio y la universidad negocio, levantamos la bandera de la Cultura con mayúsculas. Un compromiso con la Cultura que no nos impide hacer una breve reflexión sobre la naturaleza profunda de la clase dirigente que rige actualmente los destinos de nuestro país. Para ello, rehusamos invocar a cualquier comentarista contemporáneo y huimos de nuevo al pensamiento de las primeras décadas del siglo anterior, poniéndonos en esta ocasión en manos de las sabias palabras que, en sus Elementos de ciencia política, escribiera Gaetano Mosca:
 “Sucede a menudo que los partidos contra los cuales se desarrolla la propaganda demagógica utilizan, para combatirla, medios absolutamente parecidos, a los de sus adversarios. Ellos también hacen promesas imposibles de cumplir, adulan a las masas, cultivan sus instintos más groseros, explotan y animan sus prejuicios y su codicia cuando estiman poder extraer ventaja de ellas. Innoble competición, donde los que engañan voluntariamente rebajan su nivel intelectual hasta volverlo igual al de los engañados y, moralmente, descienden aún más bajo”.

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