Políticos presos
Con la celebración de la Navidad entramos en la última semana del año
2018, el primero de existencia de la Asociación Líber que, cual infante de
semejante edad, está esbozando unos primeros pasos de los que sus promotores
estamos esperanzados y satisfechos. Si en enero presentamos nuestros estatutos
ante la autoridad competente y en febrero lanzamos nuestro primer manifiesto
público, antes de llegar al verano ya habíamos puesto en escena dos actos: una
presentación literaria consagrada a Irlanda y una cata-homenaje al papel del
vino en la cultura mediterránea. Tras el verano, acometimos una velada poética
que sirvió de cierre a la agenda de actividades y propia existencia de una de
las escasas vermuterías de nuestra ciudad. Y nos hubiera gustado refrendar esta
efervescencia antes de fin de año, llevando a cabo la tertulia
histórico-filosófica que tenemos prevista sobre la evolución de la religiosidad
romana del paganismo al catolicismo. Sin embargo, en una empresa como la
nuestra, totalmente altruista y sostenida con escasos medios humanos, no
siempre será posible mantener un ritmo regular en la programación de
actividades y, en el caso que nos ocupa, hemos decidido posponer un tiempo la
celebración de ese y otros encuentros que tenemos en mente para la difusión de
los valores culturales europeos, principal razón de nuestra existencia como
colectivo.
No obstante, la convocatoria de actos no es la única herramienta a
nuestro alcance. A través de nuestro blog y de nuestras cuentas en redes
sociales, tratamos de ofrecer a nuestros seguidores reflexiones políticamente
incorrectas y rescatar del olvido textos que estimamos del máximo interés para
mentes libres e inquietas. En esta línea, vamos a cerrar el año con unas
palabras y una extensa cita a colación de la notable literatura sobre presos
políticos y políticos presos que inunda el debate social de los últimos meses.
Y lo haremos eludiendo esta vez el manido tema catalán y expresando nuestra
compasión hacia el otrora poderoso Eduardo Zaplana, a quien una justicia
arbitraria mantiene encarcelado a pesar de ser víctima de una gravísima
enfermedad y resultar francamente dudoso que su salida de la prisión constituya un peligro para el resto de ciudadanos. Es Zaplana, al margen de sus faltas, una de las cabezas de turco en
las que se ha cebado una ofensiva contra la corrupción política, a través de la
cual el sistema trata de recuperar credibilidad ante la ciudadanía y
determinados pescadores en río revuelto están haciendo fortuna. Para ilustrar a
nuestros amigos sobre la verdadera naturaleza de la corrupción y de las falsas
cruzadas que contra ella se alzan, nos despediremos hasta el año próximo con un
interesantísimo texto, fruto de la excelsa mente de Vilfredo Pareto, que a
pesar de haber sido redactado hace algo más de un siglo, resulta de total
actualidad:
“…los gobiernos que en realidad son movidos por simples intereses
materiales tienen que fingir al menos que aspiran a fines ideales, y los
políticos tienen que cubrirse con un velo, a decir verdad bastante sutil a
menudo, de honestidad. Cuando uno de ellos es cogido con las manos en la masa,
el partido adversario arma mucho ruido, procurando valerse del hecho como de un
arma para sus fines; el partido al que pertenece el presunto culpable procura,
primero defenderle, y luego, si esto resulta demasiado difícil o imposible, le
expulsa, como una nave en medio de la tempestad suelta el lastre. La población
sigue el desarrollo del suceso del mismo modo que sigue el desarrollo de la
acción de una obra teatral; y si en él puede haber un poco de sentimentalismo y
de amor, se divierte enormemente con tal espectáculo gratuito. Los incidentes
insignificantes se transforman en el hecho principal, y el principal, es decir,
la ordenación que tiene como consecuencia tales hechos, se olvida por completo.
Si un ministro se deja sorprender haciendo presión a un magistrado, todos
gritan enloquecidos, pero nadie pide que se haga a los magistrados
independientes de verdad y se les sustraiga a la acción de los ministros. Y
esto es así porque los partidos de oposición quieren valerse, sí, del suceso
para arrojar del poder a sus rivales, pero piensan hacer lo mismo cuando ellos
lleguen a tenerlo; y también porque el vulgo no comprende sino los hechos
concretos, particulares, y no sabe elevarse hasta la consideración de las
normas abstractas, generales. Por consiguiente, los escándalos suceden a los escándalos,
dejando todo como estaba; mientras uno estalla, el otro madura o está a punto
de estallar, y la gente se conmueve a cada nuevo caso, juzgando insólito lo
que, sin embargo, es perfectamente habitual y consecuencia de las ordenaciones
queridas y toleradas por esa misma gente.”
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